domingo, enero 8

Un fósil cordobés de difícil clasificación etnopaleontológica (2)

Heraclio ASTUDILLO-POMBO. Universitat de Lleida

La “estrella de los deseos” un fósil muy singular de la ciudad de Córdoba (2ª parte)


El procedimiento ritual tradicional
 

Parece ser que cuando se hizo visible el fósil, el reto para el visitante supersticioso que por primera vez visitaba la Mezquita de Córdoba, consistía en buscar y encontrar la ahora famosa “estrella de los deseos” en alguna parte de los muros exteriores del famoso conjunto arquitectónico. Pero en estos últimos años y en la actualidad, el antiguo reto se ha desvanecido gracias a poder difusor de información de Internet, la mayoría de los buscadores bien informados, antes de visitar el monumento ya saben dónde se encuentra la "estrella mágica" y que deben buscarla en la parte de la fachada de la calle Torrijos que hace esquina con la del Corregidor Luís de la Cerda.  
Una vez encontrada la estrella de los deseos, el paso siguiente, consiste en expresar mentalmente el deseo que se quiere conseguir por su mediación mágica, mientras tanto se deberá estar tocando la piedra “mágica” con la mano o con algunos de sus dedos. Según algunos devotos austeros, la piedra “mágica” solo concederá un único deseo a cada peticionario, en cada visita. Según otros creyentes, excesivamente optimistas, la piedra “mágica” concederá todos los deseos que se le pidan, con mucha fe, mientras dura el tocamiento. Según los creyentes menos optimistas y más acertados, la estrella de los deseos” solo satisface aquellas peticiones que no resulten demasiado difícil de alcanzar... con un poco de sentido común y fuerza de voluntad, por parte de la persona peticionaria.

Grupo de escolares del 2º ciclo, del CEIP Bilingüe San José de Calasanz, llegados desde Peñaroya de Pueblonuevo (Córdoba), posa junto al fósil más famoso de Córdoba.
Nos gustaría creer que l@s maestr@s que acompañan a los grupos de jóvenes escolares hasta este lugar mágico, aprovechan la ocasión que les brinda este fósil para fomentar, entre sus alumnos,
el pensamiento crítico, la observación y el razonamiento científico y no para reforzar ideas irracionales, prácticas supersticiosas y concepciones fantasiosas del mundo natural.
Imagen: Visita a Cordoba.


A la vista de todo lo leído sobre la “estrella de los deseos” de la Mezquita cordobesa, parece tratarse de un "ritual de transferencia", en el que el fósil cumple el papel de intermediario entre el humano devoto y afligido y la "divinidad" sobrehumana y resolutora de su aflicción. En este tipo de rituales, realizados en el contexto tradicional, católico, la "divinidad" era alguna advocación religiosa, patrona de algún santuario y el intermediario, la propia imagen o alguna fuente, árbol, bosque, peña, gruta, pozo, lago, etc. situado en sus inmediaciones. En este caso concreto de la Mezquita, no se particulariza quién es la "divinidad" contactada a través del fósil y que será quien ayudará a los peregrinos, sino que se dice que es "la magia del lugar" quien ayudará a conseguir el deseo solicitado, gracias a la dosis de buena suerte otorgada al devoto peticionario. Esta idea nos remite a la antiquísima creencia sobre lugares sagrados y espíritus guardianes protectores, previa a la aparición de religiones organizadas. Quizás se trate de una muestra más del "neopaganismo" que impregna a parte de la sociedad moderna occidental, secularizada pero supersticiosa.
 
Desde hace unos pocos años, la “estrella de los deseos” recibe la visita de algunos de los muchos turistas que visitan la Mezquita de Córdoba. Algunos la observan intentando comprender su naturaleza, otros practican el frotamiento ritual, confiando obtener la gracia de la materialización de sus secretos deseos y otros el tocamiento fugaz y discreto, “por si acaso”....  Los visitantes son personas muy diversas, de cualquier procedencia geográfica, edad y condición social, esto incluyen desde turistas nacionales a chinos y japoneses, desde grupos de jubilados, asociaciones recreativo-culturales y hasta grupos de jóvenes escolares foráneos. No todos los visitantes de la ahora famosa “estrella de los deseosson personas crédulas y supersticiosas, algunas son simplemente curiosos que quieren observar, con sus propios ojos, esta rara curiosidad cordobesa. Pero tod@s aquell@s visitantes que tocan la piedra estrellada, de forma reverentemente supersticiosa y que le encomiendan confiadamente peticiones secretas, no solo están poniendo a prueba los dudosos poderes mágicos de la estrella de los deseos, sino que también están poniendo en evidencia su exceso de credulidad, su falta de sentido común y su incapacidad para comprender las leyes que determinan verdaderamente el funcionamiento real del mundo físico y social.



Posibles causas de una interpretación mítica

Desde la antigüedad, las personas de mentalidad fantasiosa e ignorantes de los procesos naturales, han acostumbrado a interpretar como fenómenos raros y maravillosos algunos hechos relativamente vulgares, en plena naturaleza, debido a su falta de conocimientos específicos y de experiencia naturalista.  
En el caso cordobés que nos ocupa, posiblemente, se aplicó la antigua "teoría de las signaturas" a la extraña piedra estrellada que brotó del interior del sillar de calcarenita del muro de la Mezquita. Los primeros observadores supersticiosos influidos por su particular forma de aparición, tonalidad clara y, sobre todo, por la gran marca en forma de estrella que presentaba debieron intuir la posesión de virtudes ocultas. Las creencias providencialistas de algunos de aquellos primeros observadores, asociadas a las cualidades de la extraña piedra, debieron estimular la fantasía propiciatoria inspirándoles la interpretación supersticiosa del evento, luego debieron ir comunicando sus peregrinas ideas a otras personas, algunas de las cuales, a su vez, las transmitieron a sus conocidos y, posiblemente, de esta forma, se fue extendiendo, lentamente, su conocimiento y las supersticiones anejas. 
Desde muy antiguo y en muchas culturas distintas, por efecto de las creencias astrológicas, se ha interpretado la periódica aparición estacional de ciertas estrellas, anteriormente no visibles, (estrellas o planetas muy luminosos) o de enjambres de estrellas fugaces (meteoritos), como una señal celeste que indicaba a los humanos que estban viviendo una ocasión especial, mágicamente favorable, para la obtención de secretos deseos. 

Además de todo lo anterior, antiguamente, cuando aún no se comprendía el proceso de la fosilización, algunos naturalistas protocientíficos llegaron a considerar la posibilidad de que algunos fósiles pudieran ser el resultado del carácter creativo y lúdico de la Naturaleza. En algunos casos creyeron que su aspecto era un reflejo de que su formación estaba influida por la fuerza generatriz de algunos de los astros celestes. Incluso se llegaron a clasificar en función de esta creencia infundada. Los fósiles con forma de estrella o con una figura estrellada se consideraron relacionados con las estrellas de quienes habían recibido influjos celestes y cualidades maravillosas.

También desde antiguo y en diferentes culturas, se ha relacionado la increíblemente buena suerte de que parecen gozar ciertas personas afortunadas o para justificar la incomprensible mala suerte que parece afligir a ciertas personas desafortunadas, a “la voluntad” y al "influjo favorable o desfavorable" de ciertas estrellas. De estas creencias astrológicas han surgido las expresiones populares: "tener buena estrella" y "tener mala estrella", sinónimos de tener buena o mala suerte en la vida o en los proyectos emprendidos. 

Parece ser que los caballos jerezanos que tiran de las carretas que pasean a los turistas por la ciudad, también se sienten atraído por el mágico influjo de la estrella fósil de la Mezquita. Algunos en sus ratos libres se acercan a visitar la popular curiosidad, quizá para implorarle unas mejores condiciones de vida para ellos y sus cocheros. 
Imagen: Paseo en busca de una estrella. Córdoba

Creencias irracionales de los tipos citados anteriormente debían estar presentes en la mente de quienes interpretaron supersticiosamente la aparición del fósil sobre el muro de la Mezquita. Por lo tanto creemos que la causa intrínseca y primera del proceso de folclorización que ha sufrido este fósil cordobés se debe al hecho que posee una marca en forma de estrella, una figura muy vinculada a múltiples supersticiones comunes.


Orígenes terrenales de la estrella de piedra, fabulosa
 

Ya se ha dicho en la entrada anterior que la famosa "estrella de los deseos" de la Mezquita de Córdoba, en realidad, es un simple caparazón fosilizado de erizo de mar, del género Clypeaster. Una clase de erizos marinos fósiles bastante frecuente en las rocas procedentes de la litificación de los sedimentos marino del Mioceno andaluz.
 
La piedra de edificar más comúnmente utilizada en Córdoba, en las construcciones antiguas, es la llamada “piedra franca” cordobesa, que es un tipo de arenisca. Se trata de una caliza arenosa conchífera, del Terciario (Mioceno), relativamente blanda, por lo que es fácil de cortar y de tallar que se obtenía en diversas canteras abiertas en la cercana zona de la sierra, cercanía que abarataba el transporte hasta la ciudad. 
Existen, fundamentalmente, dos tipos y calidades de “piedra franca” en función de su composición mineralógica y propiedades mecánicas. La de peor calidad es una "caliza conchífera" muy arenosa o "biocalcarenita" que por contener bastante arena y abundantes detritos de conchas y caparazones resulta muy blanda y disgregable, por efecto del roce o de la meteorización. El segundo tipo de “piedra franca” cordobesa, de algo más de calidad, es otro tipo de "biocalcarenita" o caliza arenosa y conchífera, pero algo menos arenosa y con menos detritos de conchas y caparazones, por lo que resulta de grano más fino, algo más compacta y algo más resistente al efecto disgregador del roce o de la meteorización, se caracteriza por contener abundantes restos de equínidos, especialmente del género Clypeaster. A este tipo de roca pertenecen la mayoría de los sillares comunes que constituyen los muros lisos de las fachadas exteriores de la Mezquita de Córdoba.


Aspecto de la superficie de un sillar de calcarenita cordobesa con los típicos signos de envejecimiento. Los materiales más compactos, cimentados o duros resisten mejor las agresiones ambientales y aparecen en relieve, mientras que los que presentan cualidades opuestas se desmoronan y desprenden, apareciendo excavados o deprimidos. Fotografía original de Paco Muñoz
Imagen: Notas cordobesas

Las diferentes canteras existentes en el término municipal de Córdoba que durante diversas siglos habían proporcionado “piedra franca” para la construcción urbana, estaban unas situadas en dos lugares. Unas en las faldas de la sierra cordobesa, en las cercanías del castillo de la Albaida, cuya explotación había originado una gran excavación del terreno que por su forma circular y aspecto cóncavo era conocida popularmente, entre los cordobeses del siglo XIX, como “la plaza de toros” de la sierra. Otras canteras cordobesas de “piedra franca”, se hallaban en las inmediaciones del antiguo “molinillo de Sansueña” en donde se explotaban varios niveles de calidad desigual, de los que se extraían bloques de piedra de mayor o meno dureza, con destinos de aplicación específicos. 

Vista, desde el lado contrario, de uno de los laterales del profundo socavón, causado en el terreno de la sierra de la Albaida, por la excavación de una capa superficial de piedra caliza de arenisca. La extracción se realizaba con destino a la elaboración de sillares para la construcción de muros en los edificios antiguos de Córdoba.
Imagen: Fotografía original de Jose Manuel Borja, de Córdoba 


El proceso de completo afloramiento del singular fósil de la Mezquita, anteriormente oculto dentro del sillar de calcarenita, se debió producir espontáneamente debido a que la matriz de piedra calizo-arenosa que recubría al fósil, constituido por calcita, era baste heterogénea, poco coherente y mal cimentada. Estas condiciones intrínsecas hacían a la roca bastante sensible a los efectos degradadores y disgregadores causados por los factores ambientales, atmosféricos y antrópicos, propios y característicos de residir a la intemperie, bajo las condiciones microclimátologicas cordobesas, de la situación del edificio bastante cercana al río Guadalquivir... y de ser una zona intensamente turística.



¿Quién es realmente la estrella de los deseos?

Ya se dijo en la entrada anterior qué era la popular estrella de los deseos de la Mezquita de Córdoba, en realidad, solamente es un fragmento bastante completo de la zona inferior u oral del caparazón fosilizado de un erizo marino. Se trata, concretamente, de un equinoideo, de tipo clipeasteroideo y más concretamente de los restos fosilizados del del caparazón de un Clypeaster, un tipo de erizo marino fósil, característico del Mioceno superior de Andalucía.

La identificación zoológica, más completa o más precisa del fósil cordobés motivo, objetivo e incentivo del creciente número de peregrinos crédulos que acuden para invocar su intercesión mágica y de mirones curiosos, no va a ser posible, puesto que el ejemplar no reúne, en la actualidad, las condiciones mínimas, necesarias para poder alcanzar la identificación específica, con un mínimo de fiabilidad científica. 


Principales características típicas del caparazón de los erizos marinos del género  Clypeaster, a tener en cuenta para conseguir la identificación precisa de la especies concreta. Esquema gráfico extraído del trabajo de Ildefonso Bajo Campos de 2002
Imagen: El género Clypeaster....

Desconocemos, si la parte ahora no visible del fósil mítico, conserva la parte superior del caparazón y si éste conserva suficientemente bien conservadas las características morfológicas típicas de su especie. Condiciones imprescindibles que podrían permitir a un experto en clipasteroideos fósiles su identificación.


Cuando lo que hoy es Córdoba estaba ocupado por las aguas oceánicas del Thetys, en un periodo de transgresión, el océano había vuelto a ocupar el antiguo valle del río Betis (Guadalquivir), pero no en toda su extensión, pues no alcanzaba a comunicar la parte que en futuro sería el Atlántico con lo que sería el Mediterráneo como había sucedido con la transgresión del mar anterior. La invasión marina, había formando un profundo golfo, en forma de fondo de saco, que llegaba a penetrar profundamente en la provincia de Jaén.
Fue en el Helvetiense,
la etapa geológica que siguió al Burdigaliense, cuando el gran Estrecho Bético adquirió su máximo desarrollo y las olas marinas se rompían directamente en los mismos pies de Sierra Morena. La prueba de ello son los antiguos materiales costeros que hoy afloran como retazos de terrazas, adosadas a las oscuras rocas de la Sierra Morena, y que hoy perfilan su base, e incluso su misma falda. Se trata de niveles de conglomerados en tránsito hasta tamaños arenosos, biomicritas, e incluso margas; conjunto de rocas sedimentarias del Mioceno que con su diversa granulometría arenosa conforma la personalidad de la llamada "piedra franca de Córdoba", con la que, a lo largo de la Historia, se han construido muchas edificaciones comunes pero también de la mayor nobleza y valores artísticos, como es el caso de la Gran Mezquita Aljama o el Alcázar de los Reyes Cristianos. 

Esquema paleogeográfico de la Península ibérica en el Mioceno
Imagen: Averroes Geo

Los testimonios dejados por la existencia de una vida marina prehistórica, aún son visibles hoy día, en forma de sus restos fósiles, incluidos en las rocas sedimentarias. En las  de edad Tortoniense  se pueden encontrar caparazones de Clypeaster, valvas de Pecten y conchas de Terebrátula grandis, entre otros. Desde que esos restos del pasado marino cordobés estaban habitados por seres vivientes hasta hoy han pasado unos 10 millones de años, un poco más de lo que tardaron aquellos fondos marinos en los que vivieron en litificarse, elevarse y transformarse en sierras. Mucho más tarde llegarían hasta esas mismas sierras los canteros cordobeses de diferentes culturas, romanos, visigodos, sarracenos, renacentistas, barrocos, etc. a extraer bloques, losas y sillares de piedra franca, conteniendo ocultos en su interior o mostrando en su superficie sus fósiles característicos.


Continuará

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