sábado, marzo 22

El rayo y los fósiles ibéricos (4)

por Heraclio Astudillo Pombo. DMACS, UdL.


Fósiles ibéricos vinculados con el rayo, por el folklore español (4)

Una antigua creencia, resistente al paso del tiemp y muy extendida, en la Península ibérica (3)



PIEDRAS DEL RAYO EN NAVARRA (3)

- Las “piedras que los cristianos utilizaban contra los moros en los valles de Yerri y de Allín o las piedras de santa Lucía en el valle de Allín

En Abarzuza, en el Valle de Yerri, y en Muneta, en el valle de Allín, a los fósiles de Micraster coranginum y a otros muy semejantes, pero no identificados (Micraster sp.), se les conocía con un nombre relacionado con un supuesto uso legendario, sucedido en tiempos bastante lejanos, pues se referían a ellos como las “piedras que los cristianos utilizaban contra los moros”.

Es posible que los erizos de mar fósiles pudieran haber sido usados por los navarros, como arma arrojadiza, barata y efectiva, contra los invasores musulmanes, pues reúnen algunas características físicas que los podrían haber convertido en buenos proyectiles. Pero también podría tratarse de una referencia relacionada con alguna leyenda hoy olvidada que relatara algún enfrentamiento imaginario, en los tiempos en que los navarros se tuvieron que enfrentar a los invasores sarracenos, para defender o reconquistar su territorio.

Aunque en dos localidades de dos valles distintos como eran Abarzuza, en el Valle de Yerri, y  Muneta, en el valle de Allín, para denominar a los erizos de mar fósiles del género Micraster compartían la misma denominación genérica, relacionada con un uso legendario, , en cambio, en otras localidades del valle de Allín, se les conocía por el nombre particular de “piedras de santa Lucía”.

La motivación pseudo-onomástica genérica: “piedras que los cristianos utilizaban contra los moros” podría remitir a un supuesto uso histórico, ocasional, fundamentado quizás sobre razones objetivas: la abundancia, facilidad de extracción, lisura y redondez de este tipo de fósiles, pudieran haber inspirado a los navarros a recolectar y emplear erizos de mar fósiles, con finalidades ofensivas, pues constituían excelentes proyectiles para ser lanzados con hondas. Por tanto este uso resulta perfectamente factible y este tipo de fósiles podrían haber sido empleados por los navarros de esta zona, en los enfrentamientos que sostuvieron con las tropas invasoras sarracenas, puesto que los erizos fósiles debido a su morfología resultarían proyectiles mucho mejores que las piedras vulgares.

Representación artística de un hondero medieval, con su sencillo armamento, atento a su flanco izquierdo y presto para voltear la honda, ya cargada con un erizo fósil, proyectil que sostiene en su mano izquierda. En el zurrón, en bandolera, transportaría su reserva personal de munición, para el combate.
Imagen: Balearic_Slinger 

Pero es posible que además de las razones objetivas, que hemos apuntado anteriormente, que por sí solas ya justificarían el supuesto uso bélico de estos fósiles, podrían haberse existido también razones subjetivas de tipo mágico-religioso. Además de las características físicas, como peso, tamaño y geometría que le proporcionaban unas propiedades balísticas muy favorables, que estas piedras podrían compartir con vulgares cantos rodados, éstas sumaban su extraña forma acorazonada y, sobre todo, la presencia de una marca o señal, en forma de cruz, de cuatro o de cinco brazos. Estas últimas características habrían podido constituir unas propiedades indicadoras de un origen sobrenatural, por las que este tipo de fósiles habrían sido consideradas como piedras "virtuosas", y por tanto utilizadas como proyectiles dotados de un efecto sobrenatural más vulnerante sobre el enemigo y de una trayectoria mucho más certera que las piedras vulgares.
Por otra parte, en zonas vascoparlantes próximas, el mismo tipo de fósiles eran denominados "piedras de Santiago", el santo apodado "mata-moros"que ayudaba a los cristianos a ganar batallas, milagrosamente, cuando se enfrentaban a los moros en inferioridad de condiciones.
De manera que los honderos navarros, en los enfrentamientos con los guerreros sarracenos, buscando impactos más mortíferos, prefirieran usar este tipo de fósiles, pues quizás los consideraron proyectiles benditos y por eso dotados de impactos mucho más letales, que el de los simples guijarros, sobre los enemigos de la fe cristiana.

Aspecto de un guerrero andalusí, de infantería, del siglo XII, hipotético destinatario de los erizos fósiles lanzados por los honderos navarros. Reconstrucción artística basada en dos representaciones de esa época: una escultura existente en el monasterio de Santo Domingo de Silos y en pinturas murales de la ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga.
Imagen: Maderuelo 


- Las “piedras de la santísima Trinidad” del monte Erga.

En Navarra, también hemos encontrado otro tipo de fósiles muy distintos al de los equínidos cretácicos que han sido vinculados con el rayo, por la cultura popular, se trataba de dos especies de braquiópodos jurásicos.
El folklore euskaldun incluía a estos fósiles dentro de una categoría de piedras especiales, consideradas virtuosas y con propiedades extraordinarias, conocidas de forma genérica, en euskera, como “Arri bedeinkatuak”, es decir “Piedras Benditas”, categoría de la que también formaban parte los erizos fósiles vinculados con Santiago o con Santa Catalina.

En este caso particular, las piedras maravillosas eran unos fósiles procedentes del monte Erga o monte de la Trinidad que son conocidos, popularmente, por los habitantes de los valles de Arakil, Gulina e Imotz como “piedras de la santísima Trinidad”.
Estos fósiles se encuentran en el algunos puntos del camino que, desde Aguinaga, sube hasta la ermita de la Trinidad, situada en la parte alta del monte Erga, se trata de braquiópodos fósiles del jurásico, concretamente de Rhynchonella decorata y otros del liásico, concretamente de Zeilleria (Cincta) numismalis.

Aspecto de un grupo de ejemplares de “piedras de la santísima Trinidad”, fósiles de Rhynchonella decorata, todos muestran la parte inferior, por lo que sólo resulta visible la valva ventral

Imagen: L'arca di Noe 

Antiguamente, era costumbre que los peregrinos que, en el día de la festividad, ascendían hasta la ermita de la Trinidad, desde los pueblos de los alrededores, recogieran los fósiles en aquellos puntos del camino, en los que aparecían, pues los romeros atribuían a este tipo de piedras virtudes protectoras contra el rayo. Posteriormente, las piedras recogidas en la peregrinación, eran usadas como amuletos protectores contra la caída de rayos y contra la muerte por fulminación, de forma semejante a como se usaban los erizos fósiles en otras zonas. A estos fósiles en euskera se les denominaba “Hirutasun Santuaren arriak” es decir “piedras de la santísima Trinidad”


Aspectos de una concha fosilizada de Rhynchonella decorata, braquiópodo del Jurasico Superior, vista por la parte superior, valva dorsal (arriba) y lateralmente (abajo).
Imagen: Wardsci 


El monte Erga por su situación, se yergue solitario entre los valles de Arakil, Gulina e Imotz, y por su altura, en la cima alcanza una altitud de 1.088 m., se debe comportar como un pararrayos natural, por lo que en caso de tormenta eléctrica, la caida de rayos en su cima debe ser un hecho frecuente. Esta circunstancia podría ser la causa de que, antiguamente, se creyera que en este monte deberían abundar las "piedras del rayo".

Aspecto de un ejemplar de Zeilleria (Cincta) numismalis visto por su valva ventral
Imagen: Hokudai Museum 

Las razones por las cuales la cultura popular eligió precisamente a este tipo de fósiles como "piedras de rayo", en vez de escoger a cualquiera de los fósiles de otros tipos que se encuentran en el mismo yacimiento, de momento, nos resulta un misterio inexplicable.
Quizás debamos buscar la explicación haciendo uso de mucha imaginación y de un poco de conocimiento etnográfco, pues podemos imaginarnos que se trata de un caso práctico de aplicación eclesiastica del principio pedagogico de la "analogía inusual", pues podemos suponer que algun clerigo, en alguna campaña misionera, decidió usar una "piedra figurada", bien conocida por todos los habitantes de la zona, por ser abundante en un tramo del camino que desde Aguinaga conduce hasta la ermita que, la Trinidad, tiene dedicada en la parte alta del monte Erga, como ilustración de un concepto teológico que resulta incomprensible y paradójico para el sentido común.

La idea de escoger a este tipo de fósiles, como 'piedra ejemplar', quizá se le pudo haber ocurrido al clérigo predicador, 'por inspiración divina', al asociar a este tipo de fósiles con el Espiritu Santo, debido a su nombre vulgar, pues en una gran parte de los territorios castellanos y aragoneses, el nombre popular con el que han sido denominados este tipo de fósiles es el de palomas o palomitas. De manera que se pudo haber comparado los muy distintos aspectos que puede adquirir una única y modesta rinconela, cuando es observada por distintos lados y perfiles, con el gran misterio de la Santisima Trinidad, “un solo Dios verdadero con tres personas divinas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo (la paloma)” y mediante este ejemplo, hacer mucho más comprensible el tremendo misterio teológico de la trinidad, para la mentalidad de los lugareños de la comarca.
Tal vez, el paso siguiente lo habrían dado los supersticiosos campesinos, al relacionar este tipo de piedras, vinculadas con la Trinidad en un sermón misional, con las impresionantes tormentas que con frecuencia descargaban sobre la cumbre del monte Erga, muy cerca de la cual estaba ubicada la ermita, y que parecía mantenerse, milagrosamente, a salvo de todos los rayos que caían en sus inmediaciones, seguramente por efecto de la protección de sus tres santos patrones: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, por tanto, esta piedra que los representaba simbólicamente, debía tener poderes semejantes para alejar la caída del rayo, por lo que si era recogida con fe y puesta en casa, la protregería del impacto del rayo.

Aspecto de la ermita de la Trinidad, en primer plano (1040 m.), encaramada en una cresta rocosa, al fondo, la cumbre del monte Erga  (1088m.) 
Imagen: Luberri 



PIEDRAS DEL RAYO EN EL PAÍS VASCO

En esta comunidad autónoma, además de los fósiles ya citados en el capítulo anterior, en relación a su vinculación con Santiago Apóstol, tales como las llamadas "piedras de Santiago" de Andoaín (Guipúzcoa) que eran fósiles de Micraster coranguinum, del Cretácico Superior, que en euskera eran conocidos como "Santiagoren arriak", y que se usaron como amuletos protectores contra el impacto del rayo, existen otros lugares, en los que se relacionó a ciertos fósiles con el temido rayo.


- Las “piedras de rayo” alavesas.

En la provincia de Álava, la cultura popular también había vinculado a los erizos de mar fósiles con el rayo, esta relación se manifiesta muy claramente en la denominación popular usada para nombrarlos hasta mediados del siglo XX. Pues el rayo es el motivo onomástico principal que se eligió para crear el nombre popular con el que se conocía, en algunos lugares del norte de la provincia, a un tipo específico de piedras con un aspecto muy particular.

En la localidad de Uzquiano (eusk. Uzkiano), situada en las Estribaciones del Gorbea, a los erizos de mar fósiles que se hallaban en su territorio, se les conocía popularmente con el nombre de “piedras rayo” que sería una forma abreviada de “piedras del rayo”. 
En la villa de Contrasta, situada en la Llanada Alavesa, actualmente pertenece como núcleo agregado al municipio del Valle de Arana, en la comarca de Salvatierra, a los abundantes erizos de mar fósiles que se hallaban en su territorio, se les conocía por el nombre popular de “rayos”, que también era una forma abreviada de “piedras del rayo”.
Por tanto, de estas dos denominaciones populares alavesas, se puede deducir que antaño en Álava también existió la creencia de que este tipo de piedras de aspecto tan extraño (fósiles) tenían un origen aéreo y tempestuoso. Se creyó que se trataba de piedras que habían caído del cielo (aerolitos) acompañando al rayo en su descenso desde la nube hasta aquel lugar del suelo, en donde ahora se encontraban. Según una creencia popular muy extendida, tras su impacto la piedra se había hundido hasta una profundidad de siete metros, luego empezaba a regresar hacia la superficie del terreno, ascendiendo a razón de un metro por año.

Cuando Gerardo López de Guereñu, publicó en 1958, las denominaciones populares de los erizos de mar fósiles, citadas anteriormente, que aparecen en su trabajo recopilatorio de léxico alavés titulado “Voces alavesas”, especificaba en una nota aclaratoria (201) que se trataba de erizos fósiles del género Micraster.
Si pudiera haber alguna duda sobre la correcta identificación zoológica, por parte de López de Guereñu, de aquellos erizos fósiles alaveses que eran denominados “piedras rayo” y "rayos”, el investigador Manuel de Lekuona nos la proporciona una información que la confirma. En un artículo suyo sobre Arte medieval en el País Vasco Meridional, publicado en 1978, al describir la ermita troglodita de Sandailli (San Elías), situada en el desfiladero de Jaturabe, de Araotz, Lekuona remarca que su relato no es histórico, sino que fabuloso pues dice: “Esa es la leyenda de Sandailli". Pero en esa leyenda hay un detalle interesante, y es que se afirma que las piedras que, según se dice, usaron los antiguos habitantes de Narbaja para expulsar a Sandailli de la comunidad  "aún se pueden ver hoy día, en el territorio alavés. Esas piedras son redondeadas y tienen una marca en forma cruz, en realidad se trata de unos fósiles conocidos entre los geólogos y paleontólogos con el nombre de Micraster”.

Aspecto de una de las piedras denominadas "piedras rayo" por los alaveses de la localidad de Uzquiano y "rayos" por los alaveses de la localidad de Contrasta.
Imagen: Primigenius 

Por tanto, los erizo de mar fósiles, que en la Llanada Alavesa eran denominados “piedras rayo” y “rayos”,  pertenecían a alguna de las especies del género Micraster que son más abundantes y frecuentes en la zona. Este hecho daría coherencia conceptual a tal denominación, pues sería congruente con las diversas formas léxicas usadas en Navarra y Guipúzcoa y establecería un nexo de continuidad cultural entre estos tres territorios.
De momento carecemos de datos sobre el posible uso popular de estos fósiles alaveses, pero posiblemente, por proximidad geográfica y cultural, debió dárseles un uso semejante.


Fuentes:

- Aguirre, José. 1922. 86ª Sesión de de la Junta de Gobierno del Museo Municipal de San Sebastián. 19 de Diciembre de 1922, San Sebastián. Actas del Museo de san Telmo, p. 12-19. http://www.museosantelmo.com/archivo_digital/libros_actas_st/1919-1933/word/1922-12-19.doc
- Barandiarán, José Miguel de. 1971. Arri-bedeinkatuak, en Diccionario Enciclopédico Vasco, vol.2. Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco. Ed. Auñamendi. Donostia-San Sebastián.
- Barandiarán, José Miguel de. 1972. Diccionario ilustrado de Mitología Vasca, en La Gran Enciclopedia Vasca. Tomo VII. Biblioteca de la Gran Enciclopedia Vasca. Bilbao, pp. 333-580.
- Barandiarán, José Miguel de. 1996. Mitología Vasca. Txertoa, Donostia-San Sebastián.
- Barandiarán, José Miguel de 2006. Mitología del Pueblo Vasco I, Lasarte/Oria. Etor-Ostoa, p. 243-246.
- Dieguez, Kepa. 2002. Ortziren inguruan. Ueuko Arduradun Akademikoa, Ueukidea. UZTARO, 40. , p 3-18.
- Erdozia Mauleon, Jose Luis. 2004. Sakanako Hiztegi Dialektologikoa. Nafarroako Gobernua & Euskaltzaindia
- Iturbe Urretxa, Mikel. Euskal Herriko geologia.
- Jimeno Jurío, José María. 1961. Navarra, calendario festivo y diversiones, en Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco “Auñamendi” Donostia-San Sebastián.
- Leizaola Calvo, Fermín. 1991. Fósiles utilizados como protectores y otras creencias en torno a ellos. Zainak, 8, Cuadernos de Antropología-Etnografía. Donostia-San Sebastián: Eusko Ikaskuntza, p. 59-66
- Leizaola, Fermín. 1999. Símbolos mágico-religiosos en el mundo rural de Euskal Herria. Zainak, 18. Cuadernos de Antropología-Etnografía, Donostia-San Sebastián: Eusko Ikaskuntza, p. 195-217.
- Lekuona, Manuel. 1978. Erdi-Aroko arte ederrak ego-Euskalerrian. (Arte medieval en el País Vasco Meridional ) Cuadernos de Sección. Artes Plásticas y Monumentales 1982 Donostia, Eusko Ikaskuntza, p. 13-37.
- López de Guereñu, Gerardo. 1958. Voces alavesas. Euskera, número especial, Euskaltzaindia, Bilbao.
- Viera, Luís Ignacio. 1983. Notas bioestratigráficas sobre una comunidad de equinidos en el cretáceo superior de San Martín (Amescoa Baja, Navarra) Munibe. Soc. de Ciencias Aranzadi, San Sebastián. Vol. 35, Nº 1-2 , p. 29-34.

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